Podemos soportar que gran parte de la población mundial se muera -literalmente- de hambre. Que casi toda la población africana, sudamericana y asiática no vaya a acceder jamás a una educación comparable a la de un paìs pobre europeo. Podemos soportar guerras civiles y el terrorismo. Podemos soportar que los Estados Unidos utilicen la excusa sempiterna de su fundamentalismo democrático para intervenir militarmente, un día si y otro también, los países que quieran. Podemos soportar la crisis económica y los rescates financieros que -naturalmente- sólo benefician a quien no pasará a engrosar la lista de los muertos de hambre. Podemos soportar muchas cosas, porque qué le vamos a hacer: la vida no es fácil.
lunes, 20 de septiembre de 2010
jueves, 9 de septiembre de 2010
Larissa: Tan poco divina como un Riquelme cualquiera

En ese momento decidí tomar un avión y buscarla, a ciegas, en las hostiles calles de Johannesburgo. No me preocupaba demasiado no poder encontrarla pues me la habían prometido los curas y el día de la ceremonia sacramental aquella juro que fui el niño con mayor cara de santo.
viernes, 3 de septiembre de 2010
Farfán y Melissa: El romance entre el fútbol y el baile
Existe una vieja tradición -casi tan antigua como el mismo balompié- que nos cuenta de la íntima relación (de relaciones íntimas) entre futbolistas ¿profesionales? y artistas del espectáculo (cuyo arte suele ser la muestra pública y sin tapujos de generosidades epiteliales, óseas y musculares). Cuando uno de ellos llega a tener cierta fama o consigue un contrato con un club importante, es casi inmediato verlo rodeado de agraciadas féminas que suelen pulular por realities o programas de variedades hasta que una de ellas -ignoramos los motivos aunque los suponemos- llega a ser la "Señora de ...". El matrimonio es fastuoso y kitsch por partes iguales.
jueves, 2 de septiembre de 2010
Elogio de la danza

miércoles, 1 de septiembre de 2010
Annette Edwards: La Abuela Coneja
Nadie se encuentra conforme con su vida – las quejas sobre dinero o amor son tan cotidianas que, salvo que sean propias, por lo general ya no conmueven a nadie. El descontento es tan natural que me atrevería a decir que -más que la risa o la consciencia de la muerte- nos define como humanos. El chocolatero ambulante probablemente desee la plata de Bill Gates; Bill Gates quizás haya deseado no tener ese aspecto de nerd. Mi vecina quiere el pecho más grande y Pamela Anderson quiere quitarse las siliconas. Así, entre desear y no tener, o conseguir algo que no resulta ser tan bueno como esperábamos, nos vamos resignando a lo que nos toca en suerte:
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