Si hay algo innegable en este mundo -además de la relación entre el poder económico y el Opus Dei, en países de habla hispana- es que yo no soy el pulpo Paul. Mi absoluta incapacidad para predecir resultados electorales o deportivos ya me ha llevado a realizar un ridículo mayúsculo en el Mundial, y no contento con ello, seguí lanzando vaticinios que me hubieran convertido en el hazmerreír de cualquier cofradía de profetas secretos de baja estopa. Sin embargo, tozudo y persistente -como defensa paraguayo- mantuve hidalgamente el arte de adivinar el futuro, aún a riesgo de perder la poca credibilidad que me quedara y sí, en esta Copa América volví a hacerlo, con el cien por ciento de inefectividad que me caracteriza.
Sin embargo, debo decir a mi favor, que hice hincapié en las pocas virtudes de los "eternos favoritos" Argentina y Brasil en la inocente creencia de que el peso histórico aún significa algo en el fútbol, cosa que -desde Sudáfrica- sabemos que no existe más. Si España ha llegado a campeona del mundo, pues no sería mayor sorpresa que Venezuela hiciera lo propio en esta parte del mundo.
Así que ahora, en lugar de decirles quien ganará (para que salgan corriendo a apostarle al contrario, con la garantía que brinda la perfección de mis fallas), me limitaré a analizar a los protagonistas, dejando, buen lector, a tu libre albedrío la predicción de los resultados (Actividad a la que he renunciado, por lo menos hasta el US Open)
Paraguay: Un equipo de fútbol exquisito, cuyos referentes nos recuerdan a aquellos artistas del balón que se consagraron en la histórica Eurocopa del año 2004. Definitivamente, Estigarribia o Lucas Barrios no tienen nada que envidiarle a aquellos prodigios como Charisteas o Seitaridis.
Pero Paraguay quiere dar un paso más en la refundación histórica del fútbol, elevándolo al olimpo de la técnica y la pulcritud, por lo que ese Dream Team se ha propuesto lo impensable: Ganar la Copa sin ganar un solo partido. Aunque tamaña empresa pueda parecer imposible, nada lo es para estos valientes guaraníes. Y si se puede lograr sin realizar un solo ataque de peligro, mucho mejor, como ya lo hicieron en el partido con Brasil. En definitiva, sólo faltan dos de seis partidos, aunque el obstáculo más complicado: Venezuela, se lo cruza ahora mismo.
Uruguay: De no ser por Paraguay, los charrúas serían el equipo más prolijo de la Copa. Unos cuartos de final en los que, al igual que los paraguayos, vencieron por penales a uno de los dos grandes del continente, no hacen más que confirmar la calidad incontestable de Forlán y compañía, quienes, sin embargo, atacaron hasta tres veces, incluso alguna de ellas con peligro, actitud que va en contra de toda la filosofía deportiva de los equipos ---guay.
Aunque en semis, se enfrentan a su bestia negra, Perú (Que suele ganarles en rondas iniciales, para, por su parte, caer por goleada en instancias más altas), tienen a favor el hecho de no haber perdido en su primer enfrentamiento, por lo que llegan fortalecidos. No está de más señalar que vencer a Argentina les ha brindado una inyección anímica, que les permite creer firmemente en la posibilidad de ganar el partido por penales, que es como los grandes equipos deben triunfar en la vida.
Venezuela: La vecina buenorra que todos querían tener a mano, por lo fácil que resultaba el sexo contranatura con ella, ha madurado. Ya no es más la veleidosa adolescente que entregaba, alelada, sus posaderas hasta al disparo más débil. Ahora hablamos de una selección que se ha hecho mayor, que escoge a sus amantes con cuidado y no pierde la ocasión de aprovecharse inmisericordemente de ellos, con la promesa de un encuentro amatorio que nunca llega, y si llega, la tiene de protagonista activa, mancillando la hombría de la que se jactan todos aquellos que se le acercan "para hacerla gozar" caribeñamente.
Venezuela es un equipo que gana y no se avergüenza de sus partes pudendas, que de ser la Cenicienta, ahora se ha hecho una operación al más puro estilo "transformista brasileño" y la "sorpresa" que puede ofrecer a sus rivales no sólo es enorme sino que mira para el cielo.
Perú: Hubo un tiempo en que el peruano era sinónimo de fútbol atildado, poético, danzante y cálido como una mañana de verano. Claro que son pocos los menores de 74 años que pueden dar fe de esa mágica época del balompié incaico; pues, por lo menos durante los últimos 30 años, el Perú parece haber sido víctima de un Chernobyl emocional, que nos ha convertido en el contexto universal del balón en algo más parecido a una bola compacta de materia fecal, que a un equipo competitivo. Venezuela crecía y se hacía fuerte, mientras Perú envejecía y, como todo anciano, vivía recordando las "buenas épocas de la juventud", mientras se orinaba encima.
Naturalmente hubo chispazos, en los noventas, que hicieron pensar en una resurrección peruana, pero como Ataucusi, el milagro no llegó a realizarse y nuestro fútbol siguió muriendo, sin triunfos, sin espectadores en los estadios, sin un campeonato local decente, sin clubes que no estuvieran quebrados. De no ser por el Barcelona de Messi y por el PES 11, es probable, que hubiesemos renegado, como judíos con Baal, de la divinidad del deporte rey y hubiéramos concentrado todas nuestras energías en el voleibol femenino de menores; pero, llegó Markarian, cogió un puñado de sapos y en pocos meses los convirtió en un grupo de jugadores ¡Sí, han leído bien, JUGADORES de fútbol! Hizo de ese Stephen Hawking deportivo que era el Perú, un luchador que compensa su falta de atributos con esfuerzo y constancia más propios de países germanos que de la más colonial de las ex colonias hispánicas. Es por ello que nadie puede decir que el hecho de que se encuentre entre los cuatro mejores del continente sea cuestión de suerte. El Perú, (El de verdad, no Perú-Nebraska) ha empezado a jugar sin complejos y eso, para un país cuyos últimos presidentes han sido Alan García, Alejandro Toledo y, ahora, Ollanta Humala, es como que se nos hubiera aparecido la virgen.
Sería, sin embargo, mezquino restarle méritos en la campaña al mejor jugador de la actualidad: Juan Vargas, ante quien palidecen Maicons y Robinhos, Messis y Alexis Sánchez, pues la técnica (que no el esfuerzo) peruano, se resume a lo que pueda hacer él en compañía de 10 piedras, sin contar a los suplentes.
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