Cuando llegas a cierta edad y no te has convertido en un freaky que tiene como serie de cabecera a "The Big Bang Theory", es probable que hayas perdido la esperanza infantil de haber tenido una madre lo suficientemente casquivana como para que, producto de un affaire con un superhéroe, despertaras un día con los abdominales tallados en roca (tal como si te hubieras comprado uno de esos aparatos mágicos que se promocionan por televisión) y con capacidades de vuelo y superfuerza gracias a los genes del padre no reconocido. Entonces sabes que jamás treparás paredes con la facilidad de una mosca; ni correrás a una velocidad cercana a la de la luz, como Usain Bolt; ni respirarás bajo el agua con poderes telepáticos que te permitan controlar a los peces, como Michael Phelps.
Al llegar a esa edad te resignas, ya, a ser un hombre común con una vida común y que, probablemente, se vuelva un viejo común o muera de un cáncer común. Los superhéroes dejan de tener ese encanto infantil, al saber que nunca serás uno de ellos, e incluso descubres un cierto resentimiento hacia ellos, porque, por vivir sus aventuras, no pudiste desencantarte con más facilidad de la ordinariez de tu vida de zombie. Porque eso es lo que eres: Un zombie que se arrastra buscando cerebros, o mojitos, o macbooks pro. Un zombie que se arrastra gimiendo espeluznantes canciones de reguetón que oyes en tu ipod -o mp3- mientras te diriges a realizar la misma labor que realizarás el resto de tu vida (o una similar).
Entonces quisieras que a esos horribles superhéroes de tu juventud les pasara lo mismo. Que dejaran sus heroicas vidas de lucha contra la maldad y se dedicaran a trabajar para conseguir comida (No como Spiderman o Súperman, pues ellos bien podrían ganar dinero de otra manera y si trabajan es por su evidente parafilia masoquista). Tener como preocupación primordial llenar la olla, vamos. Sentir hambre de verdad.
Es por eso que Marvel Zombies es la venganza contra ese estilo de vida que jamás podremos gozar. Es el equivalente, en cómic, de los panfletos revolucionarios contra el Zar de la Rusia de los primeros años del siglo XX. Es una forma de decirle a ese grupete de súper hombres (Y porqué no, también a Paris Hilton y a Mark Zuckerberg) que también se les puede joder la vida y que el glamour -a veces- no dura para siempre.
Lamentablemente, aunque la araña se vista de seda, araña se queda, y los súper héroes, leugo del hambre inicial, se las apañan para pasarla en grande depredando planeta tras planeta en busca de suave y jugosa carne fresca.
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