sábado, 12 de julio de 2014

Ahora si La Final: Luego no nos quedara mas que ese aburrido conflicto de Gaza

Cada cuatro años el mundo entra entra en un limbo. Atrás quedan los problemas económicos, las crisis familiares, las masacres y genocidios de toda la vida. Atrás quedan la muerte y la enfermedad, la intolerancia religiosa y la lucha esclavizante por ser el mejor. Al cabo, todo eso nos estará esperando una vez que salga el campeón y se desvanezca el efecto del último chute de heroína televisiva que nos ofrece la Fifa durante un mes (Ya le costará entender a Brasil durante los próximos años que ofrecer no es lo mismo que regalar). 

Así que aquí estamos: A un puñado de horas de la normalidad, de la rutina, de la exasperación, del pleno convencimiento de que lo que no es una mierda, no tardará en serlo. Pero, por primera vez desde que tengo uso de razón, llego a ese último día con la fe intacta, con la adrenalina al cien y el orgullo de no haber hecho el ridículo en mis predicciones. 

Es así que, el país que siento, alienadamente, como propio en cuestiones futbolísticas (mira lo que logras Perú: Emigración fanatiquista), ha llegado a la final. La Argentina de Messi, que me jugó tan feo en el 2010, puede cobrarse la revancha en la última instancia, ya no en los mediocres cuartos de final; y, a pesar de lo que dice la inmensa mayoría, las posibilidades de ver a Messi en el papel de Maradona besando la copa, son muchas.

¿Pero no es Alemania el equipo más goleador? ¿El de la mejor defensa? ¿El del mejor arquero? ¿No es quizás, el fútbol de Argentina tan, pero tan pobre, que ha hecho de ¡Rojo! una de sus figuras? ¿No es que Messi está cansado, viejo, agotado, aburguesado y ya no es ni la sombra de lo que fue alguna vez? ¿No es que el llamado a ser el salvador, Di María, está lesionado? ¿No es que se juega en el Maracaná y los brasileños preferirían moler el Pão de Açúcar y venderlo como tierra para abono a que Argentina campeone en su país?, ¿No es que, por último, el 89 por ciento de la población humana está hasta las narices de la petulancia de los argentinos y considera que lo que les hace falta no es un baño, sino un océano de humildad?

Pues todo es cierto y, sin embargo, por mera repetición de la historia debería ganar Argentina. Ya saben: El tiempo circular, el eterno retorno. Como lo dice Borges (argentino, claro) en un poema: "Los astros y los hombres vuelven cíclicamente". Y en este caso, el astro ha vuelto y acompañado por el mismo grupo de impresentables. Maradona, arreglaba los entuertos del mediocre equipo que le tocó en suerte de la misma manera en que ahora lo hace Messi. Los paralelos entre ambos no quedan sólo allí: Los dos tuvieron un Mundial previo, el de la esperanza, que trocó en absoluta decepción (82 para Diego, 2010 para Messi); ambos tienen un sidekick, un Robin en quien apoyarse cuando se dan cuenta que el resto del equipo está allí sólo para llenar la página del país en el album Panini: Valdano para Maradona(Aunque no tan determinante como Cannigia en el 90) y Di María para Messi. Además, en la parte de atrás del equipo destacaba nítidamente un tal Ruggeri, de la misma manera que ahora lo hace Mascherano. La única diferencia con ese Mundial, sería que Romero se ha convertido en el salvador de los penales, como lo hizo Goycochea en el 90 ¡Hasta se llaman Sergio los dos! y, en esa Copa perdió Argentina. Por eso, salvo ese pequeño detalle, Argentina está predestinado a ser campeón. ¡Hasta el rival es el mismo! 

Y si nos arrancamos la metafísica de encima y nos ponemos pragmáticos (Especialidad alemana, por otro lado), también deberíamos dar por favorito a Argentina, pues si Messi no ha brillado en los últimos partidos, es porque los rivales han renunciado a cualquier tipo de ataque para evitar que se les escape, lo que es equivalente a gol, en su caso. Prefieren, claro, la lotería de los penales. Alemania es demasiado orgullosa para hacerlo así. Los teutones van a intentar pasar por encima, como con Brasil, con su fútbol exquisito. Y esos metros que necesariamente regalarán a la Pulga, serán suficientes para consagrarlo como leyenda. 

Y luego del festejo, claro, ya tendrán tiempo los medios de buscarnos otro entretenimiento para olvidarnos de Gaza y seguiremos felices con nuestro circo (que el pan ya no es tan fácil que los lo inviten)

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