domingo, 9 de octubre de 2011

Two n' a half men: A propósito del humor y Charly Sheen (2da parte)

Nos había quedado claro que el humor cumple, aún, un papel importante en la perpetuación de la especie  (o en el conjunto de actos que llevan a tal perpetuación, que es lo que, al final, nos importa).

Pero no malinterprete, buen lector, el real potencial de la risa. No deje que la esperanza se apodere de su alma y se refleje en ese gesto de satisfacción que empieza a aflorar en su rostro y que amenaza con llegar de una oreja a la otra. El humor, mi buen amigo, es considerado sexy, dulce, encantador, interesante, agradable y hasta masculino, pero  siempre y cuando provenga de las cuerdas vocales de un hombre, al menos, medianamente atractivo.

Olvídese, entonces, de comprar su colección de "Condorito de Oro", su "Manual de Chascarrillos ilustrados" o la última edición de "Sarcasmo para Dummies", con el propósito de convertirse en una especie de James Bond del buen humor. A lo mucho podrá, dolido lector, aspirar a ser el amigo gracioso, infaltable en toda reunión social; o, a trabajar como guionista para el Comedy Central.

Es duro decirlo, pero como elemento de conquista, lo único que suple (y con creces, si me permiten) a una imagen atractiva, es el dinero. Todo lo demás, incluyendo nuestra capacidad para hacer reír a la más agraciada de las féminas, no tiene la menor utilidad si no viene acompañado de unos abdominales de acero o de unos grandes ojos azules.
Pero, si además del dinero, se posee una genética corporal privilegiada y un agudo sentido del humor, tendríamos -ahora sí- al especímen ideal, aquel a quien toda mujer, que se precie de tal, llevaría a la cama, con la tortuosa esperanza de convertirlo en su marido. 

Claro que, para quien cumpla con esos requisitos, el matrimonio no será algo que le quite de ninguna manera el sueño (como quizás le pase a usted, que ve en dicho sacramento, la esperanza de realizar practicas amatorias con alguna frecuencia. Es curioso, de cualquier manera, que el hombre perfecto para el matrimonio no esté interesado en él, salvo que ya se acerque al medio siglo de vida (con lo que su perfección ya dista bastante de serlo).

Puesto que conseguir sexo para él no sería algo difícil, podría evitar, sin demasiados aspavientos, practicar el rol de "hombre con sentimientos y de familia" que la inmensa mayoría debe interpretar para encajar socialmente (con el ánimo de conseguir o mantener activa la parte carnal de la vida) y canalizar las energías perdidas en esa vana actuación de supervivencia hacia actividades realmente trascendentes (cuando tu cromosoma es Y, con mayúscula) como son: El juego, la ingesta de sustancias psicoenergizantes (como el alcohol), la comida grasosa, los deportes por televisión y, claro, la degustación de infinitas cantidades de superficie epitelial femenina antes y después de cada comida.
Imagine, entonces, las inmensas posibilidades cómicas de una serie de la típica familia disfuncional, cuyo personaje principal cumpla con tales requisitos (Charlie Harper), que sea interpretado por alguien exactamente igual en la vida real (Charly Sheen) y, que además, tenga como contraparte a un perdedor de estirpe clásica (Alan Harper) y a su hijo gordo y tendremos un éxito asegurado, como lo confirman las varias temporadas de la serie "Two and a half men" como una de las más vistas en los Estados Unidos.

El humor que practica la serie es más escatológico que woodyallenesco, pero -como Los Simpsons- es lo suficientemente ingenioso como para agradar al profesor universitario, a su amante adolescente, al futbolista que quiere ser su novio y a la madre de éste. Aunque, debemos reconocer, que la serie resulta mucho más atractiva para hombres que para mujeres, puesto que Charlie (Sheen o Harper) es el tipo que todos quisiéramos ser, el que tiene el éxito que todos quisiéramos lograr, ya que -con una mano en el bolsillo y la otra en el corazón- son muy pocos los varones que sueñan con ser importantes ejecutivos de Apple, si ello implica algún tipo de abstinencia física. 

Comer, dormir, intoxicarse y tener sexo, todo en ello en abundancia. Esos pequeños placeres que disfruta Charly (el hombre y el personaje) son inalcanzables para esa mayoría de hormigas  que conformamos la sociedad, esos pobres seres cuadriculados a la fuerza, que jamás tendremos la posibilidad de pasar el día en shorts y camisas a rayas. Y por eso, justamente, es que se ha convertido en el ícono subterráneo del macho amaestrado. La esperanza secreta y culpable de emularlo -que no se le confiesa a la novia- permite que veamos la llegada a los cuarentas con un cierto optimismo que, por sí solo, ya es suficiente para considerar su pérdida como un evento muchísimo más importante para la sociedad actual que la muerte de Steve Jobs; y su legado, infinitamente más importante que el de éste.

Ashton Kutcher reemplazará a Sheen en la novena temporada, que vaticino la última pues, aunque el ex de Demi Moore es más atractivo y su personaje más rico que el de Charly, el gran pilar de la serie era ese grado de cinismo blanco que Kutcher, dificilmente, alcance. 

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