En verdad siento que pude ser futbolista profesional, al menos en el Perú, porque siempre me gustó el deporte pero nunca practicarlo; mi vocabulario es limitado y cuando me expreso verbalmente sólo atino a soltar frases del tipo: somos once contra once msdak flajsfjas fjalsdfj lal no hay equipo chico alkdjf hay que seguir esforzandose lklkñl, lo que me pasaba desde niño sin importar si estaba dando la lección de matemáticas en el colegio, hablando de religión con mi abuelita o intentando conquistar a una vecina. Lo bueno es que esas son frases comodín y si las usas con la entonación apropiada puedes llegar a hacerte entender sin problemas e incluso llegar a tener un programa en la tele como le pasó a Maradona. Pero sigamos con mis virtudes para el fútbol: Me encanta la vida nocturna; así le apunte veinte veces al arco vacío, voy a fallar todas; tengo debilidad por las mujeres de caderas amplias, reputaciones dudosas, nombres ampulosos y que tengan la misma impericia expresiva que yo; no tengo reflejos; no sé cabecear; no tolero la presión; odio despertarme temprano; no puedo decirle que no a tentaciones humeantes ni polvorientas; no tengo hambre de triunfo, es más, podría considerarme un asceta en ese aspecto; o sea que sin haber podido tener esperanzas de llegar al extranjero, seguramente hubiera podido ser un bolo fijo en las alineaciones del Melgar o del Sport Boys por lo menos, y como un tiempo tuve el pelo largo e incluso se me dio por hablar como argentino luego de verme una temporada completa de Grande Pa, pues hubiera incluso llegado a ser el gran fichaje crema o grone, un Kopriva reactualizado, ¿se imaginan? Pero dejemos de soñar, las oportunidades no te tocan a la puerta, tú tienes que ir a buscarlas, eso lo sabemos todos, y nunca me dio siquiera por tocar una pelota o, en el mejor de los casos, buscarme un padrino importante. En mi descargo puedo decir que soy bastante bueno en el Winning Eleven, al que sí me dediqué con fervor profesional, pero eso es parte de otra historia. Lo que más me duele de mi sueño frustrado es que jamás podré hacer una pareja explosiva en el Aurich de la Libertadores, con el Rey Manco. La de goles que nos hubiéramos fallado juntos.
H. P.
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