domingo, 19 de enero de 2014

Luego de Weeds: Siempre nos quedará Montevideo

Corría el lejano 2005, aún no existían las tablets, el futuro de la telefonía inteligente le pertenecía a Blackberry, los blogs más exitosos tenían más de ciento cincuenta caracteres por cada post, Bush hijo hundía aún más el prestigio de los Estados Unidos iniciando su segundo mandato y negándose a suscribir el Protocolo de Kyoto, Tabaré Vásquez se convertía en el primer presidente izquierdista de Uruguay, moría el Papa peregrino y en la cadena de pago Showtime se iniciaba una serie sobre una típica madre de familia de clase alta que abandonó sus estudios para convertirse en una correcta esposa trofeo que ante la muerte de su hombre, se ve obligada a mantener su estilo de vida (y subsidiariamente, aunque le parezca en ese momento la razón principal, el de sus dos hijos), lo que hubiera sido imposible con el sueldo de cajera del Walmart, que es el tipo de trabajos al que podía aspirar una mujer mayor de cuarenta y sin diploma universitario en los tiempo de bonanza económica del gigante del norte (que ahora, como si se tratara de una de nuestras repúblicas bananeras, ese puesto sabría a gloria, ante la perspectiva de alimentarse de la basura de los vecinos). Por eso, y porque la de prostituta es una labor a la que se dedicaría una vulgar white trash  y no toda una señora bien de los suburbios, opta por la venta al por menor de hierba en su barrio.
Como pueden ver, dicho inicio es muy parecido al de Breaking Bad, pero con mucha menor carga dramática. De hecho, salvo en episodios puntuales, se prescinde de la profundidad, tanto en la historia como en la evolución de la mayoría de personajes, llegando algunos de ellos a ser abiertamente caricaturescos, sin que eso signifique, en absoluto, que la serie sea superficial (al menos, no lo es en un buen puñado de temporadas). 


La evolución, o involución de Nancy Botwin, es similar a la de nuestro querido Walt White, pues todo empieza como un trabajo eventual que les permitirá ganar dinero rápidamente, para dejarlo muy pronto y dedicarse a lo que corresponde: Cotilleo en los partidos de fútbol de sus hijos, en el caso de Nancy, morirse de cáncer en el caso de Walt); pero, a pesar de que las cosas casi nunca salen bien para ninguno de ellos, poco a poco van desligándose de las cadenas sociales que creemos tan naturales hasta que descubrimos (como ya lo mencionamos en el post sobre Breaking Bad) que existe todo un mundo fuera de nuestra educación pavloviana y que, de repente, todo el confort que resultaba crucial en nuestras vidas, resulta ser insoportable cuando lo vemos en todo el esplendor de su insoportable monotonía. Por eso Nancy incendia su casa de suburbio, quemando con ella toda posibilidad de regreso a la vida idílica que pretendía preservar originalmente, y terminamos asistiendo no a una caída en el pozo de la auto destrucción por las drogas, sino a su peregrinaje por el camino de la amoralidad, entendida como el despedazamiento de la moral judeo cristiana neoliberal, lo que, en cristiano podría entenderse, claro, como un sumergimiento completo en una espiral de sexo,drogas y rock n' roll. 

Sin embargo,  es curioso ver como a medida que pierde el dinero, la dignidad, la libertad, a su familia, a sus amigos, a sus amantes y todo cuanto le sea posible perder (y recuperar, cíclicamente), se va convirtiendo en alguien menos sufriente, más decidida e, incluso, más feliz, siendo cada vez menos frecuentes los arrebatos de desesperación de las primeras temporadas; lo que, por supuesto hace que la serie se haga más aburrida a medida que pasa el tiempo y se tenga que recurrir a tarantinescos giros de guión, ya que es insostenible mantener la tensión emocional en un desmoronamiento emocional que ya se dio y no mató a nadie (al menos, no a los protagonistas). Queda patente que Nancy, como Walt, ya no busca satisfacción económica, tranquilidad y vejez con pensión digna. Ahora, simplemente, busca vivir.

Volviendo a la serie, es innegable la calidad de los diálagos (como un Gilmore Girls pero sin ese tufo yuppie disney, que siempre fue tan irritante) y el desparpajo con que se burla de los prejuicios, fundamentalismos y vedades universales de todos los estamentos sociales por los que pasa la cadena de producción y distribución de la hierba. Particulamente, el retrato que hace del hipócrita, fundamentalista y represivo cristianismo de la blanquísima clase alta estadounidense es impagable.  

Y claro, no podemos terminar el post sin hablar de la otra estrella del show: La marihuana es mostrada como el producto de consumo masivo que realmente es (en Estados Unidos y en gran parte del mundo) y no como una droga marginal que te dejará ciego como la masturbación. En realidad, jamás se muestra que alguno de los problemas de cualquier personaje povenga de la hierba en sí, sino de sus taras y vicios personales, en muchos casos, y de la ilegalidad de su distribución como factor determinante en la formación de mafias, en otros. 

Así lo ha entendido, seguramente, Mujica (¿Ya ven que la mención de Tabaré Vásquez no era gratuita, pues sin él , don Pepito no hubiera llegado jamás a la presidencia de Uruguay?) y por eso ha desilegalizado (gran neologismo, permítanme decirlo modestamente) su producción y venta para contener, de la única manera posible, a dichas mafias; porque, aceptémoslo, por mucha publicidad estatal y de ONGs varias, la marihuana esta ampliamente extendida globalmente y su erradicación es, actualmente, imposible. Por otro lado, su consumo, no te convierte, de facto, en un homicida violador de niños (más cerca de eso te dejan los votos sacerdotales) aunque sí te hace menos productivo; lo cual es el verdadero motivo de equipararla a la heroína y a las metanfetaminas, pues ya sabemos que cuando te metes con los factores de producción de mercado, en este caso, el trabajo, eres peor que el demonio. 

Aunque, claro, la primera regla del mercado es: "Si no puedes vencerlo, únete a él"; por eso, muy poco después del anuncio de la distribución por parte del gobierno uruguayo, el mercado ha reaccionado y ha movido unos cuantos lobbies para su venta por particulares en Colorado (como prueba para ver su éxito empresarial y ampliar el lobby a Estados más rentables); con lo que, en pocos años, los ejecutivos del cannabis reemplazaran a los del tabaco y la hierba perderá toda cualidad contestataria y cuando deje de ser económicamente rentable (o choque con los intereses de la comida rápida, como los cigarrillos), ya la publicidad se encargará de su muerte extirpándole lo poco de "cool" que pueda quedarle.

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