viernes, 17 de mayo de 2019

Avengers: This is the end of the world as we know it - Parte 1

Ya es difícil que dos productos de entretenimiento llamados a definir la cultura popular de una generación coincidan en su cierre, como ha pasado con Game of Thrones y The Avengers; pero es aún más difícil que ambos revienten por el aire todas las virtudes que alguna vez tuvieron y se dediquen a dilapidar la poca coherencia que les quedaba, en aras de una espectacularidad vacía que intentan disfrazar de profundidad. Eso sin contar con los “imprevisibles” giros argumentales destinados, como no, a encender las emociones más primarias de un público entregado que, acostumbrado a una aridez absoluta en su consumo cultural, se estremece hasta las lágrimas cuando un final es feliz en solo un 93 por ciento.
No puedo esta seguro estar seguro de cuál de los dos monstruos rompedores de ratings me resulta más insoportable. Quizás si estuvieran dirigidas al mismo público, Endgame ganaría por aclamación; pero considerando que GOT está dirigido a un auditorio adulto, sus fallos son mucho menos perdonables. De cualquier manera, ambos han hecho grandes méritos por convertir la segunda trilogía de Star Wars en un clásico memorable; claro que de eso nos daremos cuenta cuando se pase la resaca de “la serie/película más grande de la historia” y estos capítulos finales pasen a acompañar en nuestra memoria a maravillas inolvidables como Batman y Robin o Matrix 3.
Abarcar todo lo malo, nos costaría la misma energía requerida para crear un par de bitcoins y nuestro espíritu ecologista no puede permitirse tales lujos, así que trataremos de resaltar solo lo menos pestilente de aquellas, otrora, prometedoras historias.
Así que este es el turno de Endgame:
  • No esperamos, ni remotamente, que una película en la que la radiación te da superpoderes  y no, cáncer, tenga algún asidero científico; pero, al menos, se le pide una justificación que suene convincente para no sentirnos estafados. La idea del multiverso es apasionante, pero la forma en que lo desarrollan hace que como mínimo intente arquear la ceja izquierda. Veamos: Se puede volver al pasado, alterarlo y convertir el futuro en muchos futuros alternativos –realidades paralelas- sin cambiar el nuestro porque esta línea, al ser la original, se mantiene inalterable. Es decir, de porrazo se forman universos completos de la nada, que resultan siendo equivalentes al nuestro, pero sin alterar a éste en lo más mínimo. Es decir, se puede crear no solo materia de la nada, sino materia altamente organizada y ¡consciencia! Y luego regresar al presente y usar elementos, como las piedras del infinito, que ya fueron usadas por Thanos ¡en el mismo Universo! Es decir, los objetos más poderosos que puedan imaginarse existen dos veces en el mismo espacio-tiempo y no cambia ni el color de camisa de los personajes. Si hacemos un esfuerzo enorme para creérnoslo, tenemos que el Capitán América viaja al pasado, se queda en él y llega al presente muy viejo. O sea, ¡existieron dos Steve Rogers al mismo tiempo! pero eso tampoco tuvo efecto alguno en el mundo. 
Podríamos, para justificarlo, decir que esta es, en verdad una realidad alternativa, con lo que la realidad original hubiera quedado igual de desolada que al inicio de la película; además, al haber creado otras realidades a merced del bendito guantelete, multiplicaron exponencialmente el daño en el multiverso, todo para que nuestros “héroes” venzan a Thanos en un Universo a su medida, para loor y gloria de sus egos.

  • La industria del entretenimiento ha llegado a tal nivel de profesionalización, que hace mucho rato lo menos importante es la calidad de las historias y lo esencial, la proyección de ventas a futuro y el merchandising. Un negocio como el de Marvel planifica sus productos con años de antelación y las historias se cuentan en función a focus groups y programas de mercatecnia estratégica. En otras palabras: El guión se cuenta en base a lo que ay tiene atrapada a la audiencia y el cierre se hace en mérito a poder enganchar a futuras audiencias. En ese sentido, a pesar de su monumental éxito, los Vengadores ya habían sido exprimidos al límite. Por eso, a pesar de un puñado de películas tangenciales, destinadas para los que se niegan a dejarlos ir (y hacer un poco más de caja, que nunca está de más), lo que viene está destinado a mantener la franquicia viva al menos durante otra década y para eso debían deshacerse de la generación original. Iron Man, Capitán América, Thor, Hulk y Black Widow tenían que dejar paso al adolescente Spiderman y los que le seguirán.
    Por eso debían desaparecer y era lógico que, en aras de un falso dramatismo, alguno de ellos tendría que morir (No más de un par, que no es Juego de Tronos, allí en cambio, están obligados a matar a muchos personajes para mantener su buena reputación). La forma en la que se deshacen de Thor y el Capitán (si obviamos las complicaciones espacio-temporales) son hasta ingeniosas (aunque lo de este último se veía venir desde que vio a Peggy en su primer viaje por el tiempo). Sin embargo, las muertes son por demás predecibles y apelan de una manera burda, como pastor evangélico, a la empatía del espectador. Lo de Hulk ya no tiene nombre: La bestia indomable se ha convertido en ¡Bestia! de los X Men, que, dicho sea de paso, es uno de los personajes más olvidables de esa franquicia. En el reboot o lo que venga, a nadie le va a sorprender que Hulk no esté o solo aparezca como secundario pues luego del cambio a “los fisicoculturistas también leemos” el personaje es de una insignificancia supina, tanto que casi nadie se ha molestado en quejarse por la desaparición sin explicación del romance “maldito” con la Romanov.
  • Es por demás curioso que la Capitana Marvel haya tenido una película, sea la más poderosa de todos los héroes, sea el ejemplo de empoderamiento femenino pero a la hora en que las papas queman, tenga que dejar a los machos causásicos de toda la vida encargarse de desfacer los entuertos. Podrá destruir la gigantesca nave nodriza de un solo golpe, pero si se trata de pelear a puño limpio contra Thanos, que deje a los hombres blancos (cuyos poderes son, por decirlo amigablemente, escasos), encargarse. Y es que, tratándose de la, probablemente, más exitosa película de todos los tiempos, no podía faltar el mensaje subliminal de: “Tú no te preocupes, la milicia y la clase económica alta se encargaran de defenderte del enemigo de color extraño que viene a trastocar tus valores y tu idílico modo de vida con esas proclamas revolucionarias que en el fondo solo buscan acabar contigo”. Y es que, aceptémoslo de una vez, no existe la inocencia en esta industria.

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