miércoles, 16 de marzo de 2011

Especial Zombie (2): La Guerra Mundial Z

La guerra es parte esencial de la naturaleza humana. Aceptémoslo: Por mucho Gandhi y ONG en el mundo, seguiremos peleando entre nosotros, porque no existe otra raza lo suficientemente fuerte como para servir de catalizador para los apetitos asesinos de nuestra especie.

El objetivo de toda guerra, es -además del homicidio no penado y hasta aprobado- es minar la moral del enemigo, demostrarle que somos los más fuertes, los machos alfa y que deben someterse a nuestros designios.

Pero imaginen que, de pronto, la guerra se lleva a cabo contra un ejército que avanza como langostas, sin moral que minar, sin líderes que asesinar o comprar, sin esquemas tácticos que descubrir y contraatacar. Un ejército que avanza bajo la simple premisa de atacar día, tarde y noche. Un ejército donde no hay soldados que lo sean por un sueldo, por la esperanza de una visa y que no tenga siquiera un objetor de consciencia o un puñado de dubitativos románticos que crees que la barbarie no es correcta. Por si fuera poco, imaginen que éste ejército tiene una cantidad inagotable de reservistas dispuestos a entrar en acción y que esos soldados suplentes se encuentren entre tus propios compañeros. Imaginen que la única posibilidad de cese de hostilidades tenga que ver con la extinción de uno de los dos ejércitos.


Ahora Imaginen por un momento que un día empezamos a escuchar rumores sobre una nueva enfermedad ocasionada por otro virus, que a diferencia de los que nos han ido matando a lo largo de la historia, tiene la particularidad no sólo de matarnos, sino de utilizar el cuerpo muerto como vehículo para seguirse esparciendo y replicando. Una especie de muerto viviente que, sin serlo realmente, cumple con todas las características (incluso la no necesidad de respirar, que les permite arrastrarse por el fondo del océano) para ser considerado uno de ellos.

Imaginen, como en cada peste posible de los últimos años, que los medios de comunicación del mundo describen, a la vez, probables escenarios alarmantes y posibles, y muy efectivas, curas que salvarán de la calamidad biológica al que pueda pagarlas. 

Imaginen que los gobiernos no hacen nada, más allá de tomar tibias medidas que no afecten el comercio internacional. Imaginen que, por ello, dejamos de tomar en serio esta amenaza, hasta que es demasiado tarde y ya se encuentran tocando nuestras puertas dispuestos a hacernos un peeling intensivo a dentelladas.

El escenario en que se desenvuelve casi toda la mitología zombie es uno post apocalíptico, en el que, luego de una breve explicación introductoria, o ninguna en absoluto -como es de uso en los filmes de George A. Romero-, pasamos a la acción, centrada, casi siempre, en un puñado de personajes que intentan sobrevivir al fin de la Humanidad y a los ataques de los no muertos.

World War Zombie, de Max Brooks (Hijo del famoso cineasta y guionista Mel Brooks) nos entrega, sin embargo, una premisa diferente: Utiliza casi una cuarta parte del libro para explicar la evolución de la plaga (Aunque su aparición sigue siendo un misterio), desde los primeros casos en China hasta su expansión por el mundo. Nos habla del tráfico de personas, desesperadas por encontrar una cura para sus familiares infectados, que les lleva a atravesar los Himalayas o el mar en esa búsqueda -que sabemos de antemano imposible. Asistimos, anonadados, a la expansión del virus por países del tercer mundo, lo suficientemente ricos, como Brasil, para tener una próspera industria de transplante de órganos, conseguidos de manera ilegal tanto allí, sino en el resto de la periferia del mundo. Descubrimos, aterrados, que no sólo la plaga zombie, sino cualquier enfermedad podría tomar esos caminos, apoyada con la desinformación y desidia gubernamental y causar estragos globales sin que exista la menor posibilidad -por nuestra misma condición de humanos- de que sea contenida o controlada con eficiencia.

El horror se multiplica cuando nos hallamos ante la reacción lógica de la industria farmacéutica: Lucrar con el temor al contagio. Casi al momento de conocerse que la plaga ya es endémica, se inventa una vacuna, un placebo, mejor dicho, con el fin aparente de tranquilizar a la población; y, la motivación real de conseguir decuplicar, por lo menos, las cuentas bancarias de sus ejecutivos. Quedamos pasmados de la reacción encubridora del gobierno ¿Como en lo de la gripe H1N1?, que brinda su beneplácito -y por tanto, garantiza su efectividad, tácitamente, para la comercialización del producto.

Asistimos a la ceguera gubernamental, incapaz de prever -con todos sus recursos- la magnitud de lo que se estaba formando (Similar a la de EE.UU., al apoyar la creación de gobiernos y grupos terroristas fundamentalistas  en el Medio Oriente, con el fin de combatir el comunismo); a los errores producidos por la incapacidad militar de quien siempre ha vencido a sus rivales sin despeinarse, y que ahora es derrotado por un ejército sin armas ni generales, ni intrigas, ni espías, ni miedo.

Ya sabemos, desde el comienzo del libro, que los muertos vivientes se extendieron globalmente, que se apoderaron del mundo y que fueron vencidos en una fuerte contraofensiva mundial, pero no por eso, el avance lento (al menos no inmediato como en las películas) pero inexorable de la plaga, así como la culpa de la sociedad y de la podredumbre humana de tal avance, son aterradoras.

La forma en que se salva la humanidad, dista mucho, también de ser parecerse a un romántico happy ending. Se decide que no se podrá salvarse a todos, así que se sacrifica a la mayor parte de la población mundial, abandonándola a su suerte, para poder distraer a los monstruos y huir a lugares seguros. Sólo una reducida parte de la población sobrevive, pero queda claro, que es mejor eso que la extinción completa (salvo en el sentimiento de culpa de quienes tuvieron que liderar el abandono, que terminan suicidándose en masa); y, aún, este triunfo, es incompleto, pues la humanidad debe acostumbrarse a que el muerto viviente ha pasado a formar parte de su cotidianeidad (Es particularmente espeluznante la mención a los niños que ya crecen sabiendo que no deben jugar cerca del agua).

Si hay un gran defecto es este libro, son algunas concesiones patrióticas, heroicas y mesiánicas -que al final, hablamos de un estadounidense-, particularmente en el momento de la reconquista.

Parece que a Brad Pitt también le ha gustado pues para el próximo año prepara la película ¿Hará de zombie?

Pueden descargarla desde aquí.

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