jueves, 10 de marzo de 2011

Especial Zombie (1): Es que son la muerrrrrrrrrte

Durante buena parte del siglo XX, el monstruo que reinaba en el panteón del terror, era -sin lugar a dudas- el vampiro; y, siendo más específicos, el conde Drácula, aunque el Universo vampírico no se limitara sólo a él. En aquellos tiempos floreció, en la cultura popular, una gran cantidad de historias, relatos, novelas, películas, que enriquecieron el mito y lo convirtieron en el personaje principal y recurrente de las pesadillas de los niños y en un engrosador de billeteras, nada desdeñable, para quienes lucraban con este ser de la noche (Desde los estudios hollywoodenses, hasta una ciudad completa como New Orleans y sus tours vampíricos, pasando por escritores como Anne Rice o Richard Matheson).

Pero el mundo sigue girando, las cosas cambian, y este nuevo siglo ha convertido al vampiro en un ultra humano poderoso de nobles sentimientos. Una especie de Súperman con colmillos, piel pálida y abdominales de acero. ¿Es que ahora los engendros del infierno se pasan media vida en el gimnasio? En la actualidad, los vampiros se encandilan a adolescentes y se han convertirdo en paradigmas físicos de la cultura light. ¡Ya no matan a nadie! ¡Ni siquiera existe la posibilidad de que un niño se asuste de ellos!


Pero eso no significa que la sociedad ya no necesite corporizar sus temores. La necesidad de un monstruo que nos asuste es casi tan básica y antigua como la de un Dios que nos proteja. El diablo, los fantasmas, los hombres lobo, las lamias, son las proyecciones de nuestros miedos sociales y personales. Sin ellas, tendríamos que resignarnos a encontrar las verdaderas fuentes de nuestros terrores en el entorno o en nosotros mismos y, como seres civilizados que somos, no podemos permitirlo.

En la actualidad, el monstruo que ha tomado la posta, aquel que aún hace despertar en las noches a los pequeños, asustados y sudorosos; aquel que hace que contraigas con fuerza los esfínteres si caminas por una calle oscura, desolada y cercana a un cementerio; aquel que hace que la novia te abrace con fuerza en el cine es el zombie.

El cambio de monstruo de cabecera, no es un hecho fortuito o casual. Ni siquiera se debe a una preferencia de mercado o a tácticas agresivas para fijar su marca. Es, en realidad, el producto de la evolución social, de la percepción que tiene de sí mismo el ser humano. 

En el siglo XXI,  el hombre debe -idealmente- trabajar con tesón por lo menos diez horas diarias; ganar mucho dinero con ese trabajo; consumir rápidamente ese dinero obtenido, de preferencia en artículos inútiles; tener un contacto cordial con sus colegas pero, de preferencia, sin crear amistades, salvo las que sean convenientes al desarrollo profesional; y, utilizar el resto del tiempo en capacitarse para conseguir un mejor sueldo para consumir más. En este entorno, el tener hijos o crear relaciones amicales o amorosas con gente que no pueda  coadyuvar a nuestros objetivos, es un lastre que pocos -sólo románticos, idiotas y degenerados- se  pueden permitir.

Así como en el siglo pasado no queríamos aceptar que nuestro fin último era el hedonismo y el disfrute egoísta; ahora no nos gusta pensar que  nuestro papel en la vida es consumir sin sentido mientras nos especializamos y despersonalizamos cada vez más.

 Es por eso que nos gustan, o más bien, nos sentimos tan atraídos por las historias de zombies, porque representan lo que somos (como el vampiro reflejaba al lujurioso e individualista sigloveintero)  pero mostrado como lo opuesto a nosotros, como el enemigo que intenta arrebatarnos la humanidad y al que enfrentamos valientemente.  Los zombies son entes sin pensamiento, que tienen un objetivo en común (El consumo de carne humana)  y trabajan por conseguirlo, pero siempre teniendo como meta la satisfacción individual. Son seres que aunque sean idénticos entre ellos y no muestren la mínima diferenciación intelectual no pueden darse cuenta que sólo son parte de una masa gris  que avanza sin  sentido agotando con avidez todos los recursos posibles. Los zombies, fieles lectores de Periódico de a China, somos nosotros y nos morimos de miedo por ello.  ¡Ah, los tiempos en que aún temíamos a los vampiros!

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