Keiko ocuparía, en estas elecciones, el lugar de "infaltable gordita simpaticona" que dejó vacante Lourdes Flores Nano. Y la verdad es que esos ojitos rasgados perdidos entre sus mofletes abundantes bailando torpemente, y con una orientalísima sonrisa, una cumbia presidencial, la convertirían fácilmente en la preferida de amas de casa y contracorrientosos de siempre (Como pasó con su padre). A simple vista, no despierta la menor antipatía y hasta da cierta gana de frotarle la panzita para la buena suerte.
Pero Keiko tiene marcado el estigma de ser la hija de Alberto Fujimori, ex Presidente del Perú, de quien la culturosidad peruana abomina por haber sido un autócrata enemigo mortal de nuestra "democracia". Aparentemente, para "los entendidos", el gobierno de Fujimori fue en realidad el de la Bestia Apocalíptica de las Escrituras cristianas. La tiranía y las condiciones de peligrosidad en que se vivía en aquellos tiempos, hace palidecer a los períodos mas cruentos que hayan pasado Sierra Leona o Somalia.
Es irrelevante, para muchos, que Fujimori haya acabado con la hiperinflación y el terrorismo de Sendero Luminoso en sus dos primeros años de gobierno, pues -dice la gente- que eso lo pudo hacer cualquiera. Que no hay especial mérito en reducir una inflación de más de 7000% anual o terminar con un movimiento que convirtió al país en un enorme parque temático bélico en el que quienes siempre morían eran los campesinos y extras similares.
La corrupción fue enorme; las relaciones del gobierno con el narcotráfico, casi evidentes; la violencia policial y militar, definitivamente cierta; y, la manipulación exagerada de la prensa y la opinión pública, exagerada. O sea, lo habitual en cualquier gobierno peruano. Sin embargo, "pisoteó la democracia", y eso, mis amigos, como sabe hasta Dios, es imperdonable.
Hablábamos del estigma de ser la hija de Fujimori. Sin embargo, Keiko es candidata, exclusivamente, por esa misma razón: Un buen porcentaje de peruanos (22% aproximadamente) siente que él fue nuestro Mesías redivivo, y por ese espíritu tan monárquico (legado de nuestro pasado colonial hispano) quiere el apellido Fujimori sea entronizado nuevamente. Y si se puede su hija y alguno de sus nietos.
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