viernes, 1 de octubre de 2010

Sarah Murdoch: Y la ganadora es ...

Equivocarse es humano. Es la característica que nos distingue tanto de Dios como de los animales. Los errores son la forma en que entramos en contacto con nuestra naturaleza más primitiva; aquella que nos hizo descubrir la manera de amansar al fuego luego de quemarnos por años los pulgares, de cultivar la tierra luego de sembrar su buena cantidad de tempestades. De no ser por el error de una Eva al recomendar frutas y de un Adán en al escogerla, aún seguiríamos regodeándonos en el aburrimiento de nuestro paraíso.

Por eso quiero brindar -contra toda ley seca posible- por Sarah Murdoch y su libre albedrío. Porque qué importa si elevó al firmamento y lanzó por el abismo las ilusiones de una concursante, su familia y seguidores, en directo y frente a millones de personas. Sarah se inmoló para recordarnos nuestra limitaciones, nuestra mortalidad, para demostrar que hasta la esposa del hijo de Rupert Murdoch -uno de los tres hombres más ricos del mundo- puede cometer una estupidez tan terrible que nos haga enrojecer de vergüenza ajena.

Tu verdadero error, Sarah, fue pedir disculpas; pues fuimos nosotros quienes debimos ovacionarte.


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