viernes, 3 de septiembre de 2010

Farfán y Melissa: El romance entre el fútbol y el baile

Existe una vieja tradición -casi tan antigua como el mismo balompié- que nos cuenta de la íntima relación (de relaciones íntimas) entre futbolistas ¿profesionales? y artistas del espectáculo (cuyo arte suele ser la muestra pública y sin tapujos de generosidades epiteliales, óseas y musculares). Cuando uno de ellos llega a tener cierta fama o consigue un contrato con un club importante, es casi inmediato verlo rodeado de agraciadas féminas que suelen pulular por realities o programas de variedades hasta que una de ellas -ignoramos los motivos aunque los suponemos- llega a ser la "Señora de ...". El matrimonio es fastuoso y kitsch por partes iguales. 
Los "periódicos de a china" (que no el nuestro, que nosotros somos serios, por favor) llenan ediciones enteras con los pormenores de la fiesta y de "la historia de amor", del cuento de hadas que reúne a la bella y curvosa princesa (que de niña jugaba al palacio en su callejón y que de adolescente se abrió un camino a punta de frenéticas sacudidas anatómicas a pesar de las cuales seguían manteniendo la pureza de corazón) y al gallardo príncipe, que hace apenas dos temporadas era un sapo más del montón. Suele ignorarse en dichas crónicas la infinidad de romances interesados de la novia o la afición desmedida del héroe por los cuerpos fáciles y abundantes (es que en el fondo todos somos unos románticos, pues, y queremos que el amor triunfe a pesar de las evidencias). A los pocos meses, empieza la segunda parte de la novela, la parte más jugosa: la separación y el divorcio, se hacen públicas las infidelidades, los acuerdos prematrimoniales, los juicios y las pensiones de alimentos, los nuevos romances, nuevos héroes, nuevos villanos y ahora no son tres sino diez ediciones que podemos llenar. 

Al poco tiempo las aguas se calman. El futbolista ha aprendido de sus errores nos dice en una entrevista calmada y ahora se siente verdaderamente enamorado y lo que es más importante, ella también lo ama. ¿Y que hace la afortunada? -preguntaremos. -Artista -responderá, por supuesto. Para ese momento la ex también habrá "encontrado el amor" en brazos de ¿un futbolista, quizás?.
 
Se ha hablado mucho de las razones que llevan a la formación de estas parejas. Entre otras que el buen hombre, una vez que ha conseguido dinero trata de ascender en su propio imaginario social y para eso debe ser pareja de una mujer bella y conocida; que la dulce niña, ha sufrido tantas privaciones que trata de aprovechar el dinero del reciente encandilado.

La razón, si me permiten, es mucho más simple: A todos nos gusta hablar de nuestro trabajo con nuestras parejas; y, tanto los futbolistas como las bailarinas, se ganan la vida de la misma manera: Con el movimiento de su cuerpo y el escaso uso de sus facultades mentales. Y eso, queridos amigos, es suficiente para convertirlos en almas gemelas. 

2 comentarios:

  1. Yo creo que jugar al fútbol tiene más merito que comérsela a 4 tíos. Aunque las hay que trabajan muy bien pero la mayoría -digan lo que digan- son bastante mediocres.

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  2. Todo viene de una consciencia milenaria, de cuando aún vivíamos en cavernas y no en condominios (y como sabrás el futbolista y la bailarina no han mancillado con sucias y depravadas evoluciones sus cerebros), en que la mujer tenía que asegurar su sustento por lo que, teniendo como única arma de atracción un cuerpo fuerte (de amplias caderas para asegurar nacimientos y pechos abundantes para nutrir a la prole del elegido -o elector-)debía por lo menos saber utilizarlo ya que la inteligencia, la buena conversación o el éxito profesional son ficciones creativas de nuestra peculiar modernidad. El futbolista y la bailarina son, casi casi, humanos sin asomo de corrupción y ambas funciones son igual de meritorias: Conseguir cagarse en plata con algo que los demás practicamos para reprimir frustraciones laborales o introducir hasta las amígdalas el trozo de carne (por lo general casi putrefacta además) que tal personaje esté dispuesto a colocar en manos de nuestra heroína son igual de meritorios.

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