jueves, 2 de septiembre de 2010

Elogio de la danza

No se me da bien bailar. Cuando es inevitable empuño las manos, apreto los dientes, tuerzo las piernas, cojeo, embisto, sacudo. Puede parecer increíble, sobre todo si conocen mi complexión atlética y mi afición a los deportes de aventura. El cigarrillo –mi viejo amigo y colaborador– apenas si ha hecho mella en mi estructura muscular, y ha generado, más bien, nuevas vías de circulación por donde se difunde la sangre avivada benéficamente por la nicotina. Es, por tanto, natural mi predilección por los programas de baile. Cierto mecanismo de compensación me obliga a consumir devotamente cuanto concurso aparece en la TV. Así, he seguido con fascinación los agraciados y sutiles movimientos del Puma Carranza en El Gran Show. Y la incomparable música de los Hermanos Yaipén –bellamente corografiada por Maricarmen Marín o Roberto Martínez– me ha provocado sucesivos colapsos nerviosos explicados solamente por los insondables misterios del arte.


Comprenderán, pues, mi emoción al hablar de –tiemblo al escribirlo– la interpretación de la pareja argentina –me refiero a los concursantes del Segundo Campeonato Mundial de Baile– de Bohemian Rhapsody, la famosa composición de Fredy Mercury. Si el dramatismo, la potencia y el lirismo de la música de Mercury bastaban para sobrecogernos –como si fuéramos un puñado de vísceras sin sentido– la danza que los argentinos proponían era una interpretación que refutaba palabra por palabra al vocalista de Queen. Ahí donde Mercury cantaba “Mama, I’ ve just killed a man…”, el cuerpo de los argentinos entonaba algo así como “Pero, mamá, no te gastés toda la crema para las arrugas, viste…”. De pronto, el desconcertado espectador presenciaba la pugna entre un desfile de lencería (el baile) y una carnicería (la música). Obviamente, la lección de estos excelsos bailarines prevaleció. Poco a poco, mientras las notas de la canción se vaciaban de significado, el cuerpo de los concursantes resplandecía, convirtiendo todo a su paso –como si fueran la versión gaucha del huracán Katrina– en escombros y estulticia.

Hay que reconocer, no obstante, que la extraordinaria flexibilidad de las piernas de la participante argentina –Valeria Archimo– conmueve todavía nuestra sensibilidad y convoca los sentimientos de nuestra más rendida admiración.

C. Q.

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