Argentina se debate entre el ego gigantesco de sus individualidades y el sentimiento de inferioridad que compartimos los hispanoamericanos hacia el mundo. Y pasa lo mismo con su selección: Un grupo débil, sin la capacidad de los equipos europeos de atacar y defender en bloque. Un conjunto que no gusta, que no emociona positivamente ni al bueno de Francisco I, pero en el que el talento individual de su puñado de estrellas puede llegar a ser preponderante.
En un momento futbolístico en el que los demás equipos practican valores desconocidos en Sudamérica, como la solidaridad y el juego en conjunto; Argentina es, quizás, la última representante del fútbol clásico; ese en el que los defensas podían salir de la cancha a tomar un mate en el minuto 25 y dejar en su lugar unos cuanto ladrillos y nadie se daría cuenta (O se pensaría que han elevado su nivel) y cuya filosofía consistía en errar pases hasta que la mega estrella, la divinidad de turno, el escogido uno y trino, coja el balón y marque el único gol: El de la victoria. Ése es el fútbol de verdad, el romántico, el inútil, el que no representa ni estética ni eficiencia, el que te mantiene en vilo desde el comienzo hasta el fin, el que no cree en corrección política ni en fair play. Fútbol egoísta, en suma, y por tanto, tan argentino como el tango.
EL EQUIPO

LA ESTRELLA
El campeonato del mundo dependerá de las ganas que tenga Messi de llevárselo. Si está encendido, el Mundial será un mero trámite; cargado, eso sí, de falsas emociones para incautos como partidos decididos por penales, goles en el tiempo de descuento o contragolpes letales luego de estar encerrados en su área chica contra Costa Rica o Bangla Desh (Que si el primero está en el Mundial, no veo porqué no poner como ejemplo al segundo). No cabe duda que desde Maradona, no ha existido un jugador que entienda como él la filosofía del fútbol argentino, que consiste en: "Pasámela, che, que me llevo a cinco y fusilo" ni, sobre todo, que tenga los recursos para hacerlo.
LAS HIJASTRAS
Inauguramos ésta sección de jugadores que todos quisieran esconder debajo de la alfombra cuando llegan de visita los medios de comunicación, pero lamentablemente el reglamente exige jugar con once, por lo que no se puede, sino, ponerlos y rezar porque jamás les llegue la bola. No podemos olvidar nuestra mención honrosa al Niño Torres, Casillas ni a Hulk, cuyos equipos ya fueron analizados.
En Argentina hay infinidad de hijastras: 22 de 23 seleccionados, para ser exactos; pero si debemos escoger a los peores, sin dudarlo optamos por Rojo, lateral siniestro exquisito, sin proyección, marca ni carisma, cuya incapacidad con el balón hace ver como un portento, a lo Zanetti, a Zabaleta; y al Maxi Rodríguez, jugador experimentado, viejo comodín de la selección, siempre presto a ingresar a empeorar la situación de los partidos ya perdidos, un mediocampista absurdo que no le llega a la suela del zapato a Javier Pastore, que ni siquiera fue mencionado en la convocatoria (Probablemente poco amigo de Messi, que es quien decide la cosas en el rebaño).
LOS RIVALES
El mayor rival de Argentina es Brasil, que hará hasta lo imposible porque en su campeonato campeone cualquiera menos un rioplatense. Respecto a los del grupo, demás está decir que son tres partidos de calentamiento lo que les toca, para que Messi gane confianza y afine la puntería y que no merecen, siquiera, ser mencionados.
EL PRONÓSTICO
Luego de tantas frustraciones, por fin hay un nuevo mesías que llevará a los argentinos a la tierra prometida donde beberán las mieles del éxito, que les ha sido esquivo durante tantos años. Si Moisés hizo caminar a los judíos cuarenta años, es lógico pensar que la espera desde el 86 es hasta moderada para saborear el tricampeonato de la mano de Diego Armando ... quiero decir Lionel.
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