La RAE define la amistad como el “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. La parquedad de la definición se entiende porque la Academia de la Lengua está formada en su mayoría por una panda de amargados que se pasan el día mirándose el ombligo sin molestarse en entender que la amistad entre mujeres ha evolucionado a la rapidez que las comunicaciones globales.
En la actualidad dicho sentimiento posee grados, matices, sutilezas que para unos intelectuales pretenciosos son imposibles de comprender. Pero para nosotros que tenemos hiperdesarrollado nuestro sentido femenino al punto de poseer doble cromosoma X, aparte del Y (síndrome conocido como de Klinefelter), introducirnos en la mente de una mujer es tan sencillo como hacerlo en su habitación (más facil aún porque para esto no necesitamos emborracharlas). Es por ello que sabemos que -en la jerarquía de la amistad- el tope, el cúlmen, el tocar el cielo con las manos, el equivalente emocional al sexo entre siameses, es cuando una dama puede abrazar tiernamente a otra por la espalda y referirse a ella como su “AMIGUIS” (largo camino que puede lleva hasta dos semanas luego de conocerse).
Una amiga no es una verdadera amiga hasta que no se hace tu AMIGUIS. Sólo allí no tendrás reparos en confesarle cual es el tamaño exacto del miembro viril de tu novio o el color y densidad de las heces fecales de la mañana del domingo luego de una noche loca de cócteles. Hasta ese momento apenas habrás tenido la confianza justa para contarle tu vida a grandes rasgos, obviando detalles tan cruciales que sólo se pueden confiar a una amiguis (como el número de tu talla de sujetador cuando tenías trece años o el nombre del gato de la tía Juana que se murió de penita porque el tío Beto la dejó).
Una vez que alcanzas a ser la “amiguis” de alguien ya nunca más estarás sola (la amiguistad es apenas un poco menos duradera que el amor absoluto) y pasas a formar parte de algo más grande. Ya no eres tú, eres un nuevo ser denominado “Nosotras”, que puede estar formado por dos o más células. Es muy importante saber que cuando eres parte de tal organismo, el todo es más importante que las partes. Se convierten en una especie de Gaia en que tus pensamientos son los de las demás, tus problemas los de las demás (y como tal, deben discutirlos, especialmente cuando tú no te encuentres presente ya que puedes hacerles perder objetividad al momento de dictaminar el juicio moral adecuado). Las amiguis comparten pasatiempos, pensamientos, gustos, se mimetizan como la microsociedad perfecta que son para alcanzar el bien común.
El siguiente diálogo escuchado de paso, y transcrito literalmente -sólo obviando los nombres- dará ciertos alcances para entender el mecanismo de funcionamiento de la amiguistad:
AMIGUIS 1: A que no sabes? Amiguis 3 ha vuelto con el novio?
AMIGUIS 2: Con Pepe? Pero si la hacía sufrir tanto
AMIGUIS 1: Es que ya sabes como es ella, además como es un poco feita a veces tiene que aguantar no más. No vaya a ser que se le escape.
AMIGUIS 2: Sí, pobre, pero no hay que negar que es muy buena, aunque también un poco tontita para creerle a ese Pepe que parece tan vivo, ¿No?
AMIGUIS 1: No parece: ¡Es!. Imagínate que el otro día me lo encontré en la calle y me dijo para ir a tomar un trago
AMIGUIS 2: No te puedo creer. Y tú que hiciste?
AMIGUIS 1: Pues le dije que sí, pero sólo para saber hasta donde iba a tratar de llegar sabiendo que soy amiguis de su novia
AMIGUIS 2: ¡Descarado! ¡Querer intentar algo con la amiguis de su novia! ¡Es que los hombres son todos unos sinvergüenzas!
AMIGUIS 1: Sí, por suerte nos tenemos a nosotras para poder confiar de verdad. (Suspiro y abrazo amiguistoso de rigor)
AMIGUIS 2: Y que pasó con él?
AMIGUIS 1: Nada, que se hacía el amable, el gracioso. Hasta me invitó a comer, tomamos unos tragos, luego fuimos a bailar.
AMIGUIS 2: Se fueron a bailar?
AMIGUIS 1: Es que quería saber hasta dónde pensaba llegar ese conchudo
AMIGUIS 2: Claro, porque Amiguis 3 tiene que saber que clase de hombre es ése.
AMIGUIS 1: Y luego no se qué me pasó. ¡Seguro me puso algo en alguno de los 14 margaritas que me tomé! Porque cuando me di cuenta estaba en su cama.
AMIGUIS 2: ¡No te puedo creer!
AMIGUIS 1: Me moría de la culpabilidad.
AMIGUIS 2: Pero no fue tu culpa, sino del desgraciado ese que te emborrachó.
AMIGUIS 1: ¡Seguro le puso algo al trago!
AMIGUIS 2: ¡A cuantas les hará lo mismo! ¡Pobre nuestra amiguis!
AMIGUIS 1: Pero ahora no puedo contarle nada a Amiguis 3 porque como le ve la cara a ese desgraciado, hasta puede pensar que yo quise hacerlo con él.
AMIGUIS 2: Es que ese maldito le ha lavado el cerebro y ella le cree todas sus patrañas.
AMIGUIS 1: Exacto. Entonces mejor no le digo nada para no pelearnos porque lo más importante es nuestra amiguistad.
AMIGUIS 2: Tienes mucha razón (nuevo suspiro y abrazo amiguistoso). Es que la Amiguis 3 es muy influenciable. A veces hasta pienso que no nos ve tan amiguis como nosotras, a ella.
AMIGUIS 1: Este sábado me voy a encontrar con él y allí sí me va escuchar, le voy a cantar sus cuatro verdades.
AMIGUIS 2: Bien hecho. (luego de un par de segundos de reflexión). ¿Si eso te pasara con mi novio, a mi si me contarías, no?
AMIGUIS 1: Claro que sí. Porque nosotras somos las mejores amiguis y nos tenemos que contar todo, pues.
AMIGUIS 2: ¡Claro amiguiiiiiisssss! (nuevo suspiro y abrazo amiguistoso). Oye ... y ¿de que porte lo tiene?
H. P.
Las de la foto más que amiguis parecen pilinguis (por no decir zorris)
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