Tuve la revelación hace unos días. Llegó de pronto, sin avisos previos ni vacilaciones: Sergio Bambarén es un genio. Sé que dirán que es un escritor menor, un vendedor de libros para minusválidos, un pituco con suerte, un buceador de las profundidades armado con un flotador gigante y un patito de juguete. Pero la genialidad de Bambarén radica justamente en contar con todos los medios posibles para persuadirnos de ello. Es difícil no quedar perplejo ante el inusual humor del peruano cuando, por ejemplo, se anima a contarnos el inicio de su vocación literaria. Abrumado por el éxito en Australia, luego de escalar posiciones rápidamente hasta ocupar el cargo de gerente general, este ingeniero químico educado en Estados Unidos decide inesperadamente dejarlo todo. Así como lo oyen. En la cúspide del éxito, el autor de El delfín llega a la conclusión de que no todo en la vida es ganar dinero y resuelve (igual a Sidharta en busca de la iluminación) abandonar el confort de una vida dedicada al lujo y a los negocios. Sólo que Bambarén tiene un estilo más contemporáneo y su proceso de ascesis y purificación espiritual no tiene absolutamente nada que ver con pasar penurias económicas, experiencias de oración o éxtasis místicos. Impelido por la necesidad impostergable de realizar sus sueños, Sergio Bambarén se aboca un año completo a correr tabla en las playas de Portugal. Un soñador como los de antes, pensará el lector. Un enamorado de la vida y de las olas, acotará alguien más. Pero no, Bambarén tuvo el buen tino de soñar con las pies en la tierra y las manos resguardando la billetera, pues –como cuenta en su memorable Pensamientos a la orilla del mar –vigilaba muy de cerca sus inversiones en la Bolsa; y es que de algo hay que vivir en este mundo (mágico, misterioso y bello, agregaría este distinguido ex-alumno del Markham).
El relato anterior reúne, esencialmente, los tópicos de la producción bambareniana, a saber, el descubrimiento súbito a una edad madura de que –en palabras del autor– ya no trabajaba para vivir, sino vivía para trabajar. Esta frase constituye la quintaesencia de la sabiduría del “poeta del alma”, como suele llamársele. Por esta razón, pondrá en boca de su personaje, Daniel Alejandro Delfín –protagonista de su exitoso libro, El delfín– que la mayor parte de mamíferos marinos sólo viven para pescar, y no pescan para vivir. A lo que habría que añadir otra sentencia, no por lacónica menos profunda, que sin duda complementa este insuperable derroche de agudeza y perspicacia: ¡No dejes que la vida te viva! (Susy Díaz, dixit).
¿Cómo hace Bambarén para vendernos este portentoso monumento a la indigencia intelectual? Más de diez millones de libros vendidos alrededor del mundo, sumado al espectacular apoyo de la Twentieth Century Fox para llevar al cine El delfín son, sin lugar a dudas, la prueba concluyente del genio de este surfista peruano. El proyecto de Bambarén –ya es hora de decirlo– consiste en gastarnos una broma colosal, un chascarrillo de dimensiones imprevistas. Tome nota el lector de frases absolutamente divertidas como: “Que tus sueños se vuelvan realidad, soñador. Y que siempre te colmen de felicidad y sabiduría”, digna de convertirse en el slogan de la próxima temporada de “El Show de los Sueños”. O esta otra: “Soy el amo de mi propio destino. El mal nunca prevalecerá”, que muy bien podría ser uno de los parlamentos de Skywalker blandiendo su espada de luz en su lucha contra el Lado Oscuro. O el siguiente pasaje de Pensamientos a la orilla del mar, donde el alter ego de Bambarén –después de rememorar sus primeros ataques de pánico durante su vida de gerente de ventas en Australia– muy instructivamente concluye: “Hace ya mucho tiempo que mis ataques de pánico desaparecieron, ahora utilizo técnicas de relajación y de respiración, y tengo la ayuda de mi leal Zoloft, que tomo todos los días en pequeñas dosis”.
Mil sabrosas anécdotas colman los libros de este escritor peruano, como la del delfín muy especial que conoció mientras buscaba la ola perfecta en las playas de Portugal. O la firme decisión que tomó el protagonista de Pensamientos de seguir regalando sándwiches de pavo en Navidad, a pesar de que el mundo se venga abajo. O la idea de que todos nacemos conociendo El Lenguaje de la Verdad, el cual nos permite comunicarnos espontáneamente con la naturaleza. O la de que todos contamos con un bacín interior donde depositar nuestra mierda si no deseamos expulsarla en el inodoro del mundo (está bien, esta última es mía).
Las carcajadas que nos inspira este mago del humor no han sido solamente reconocidas por el público lector peruano e internacional (siempre exigente y acucioso), sino también por las no menos diligentes instituciones educativas que, en muchos casos, han considerado conveniente que libros como El delfín o El Alquimista (perteneciente a ese otro poeta del alma, Paulo Coelho) formen parte del programa de El Plan Lector. Huelga decir que desde Periódico de a china saludamos esta iniciativa y felicitamos al Grupo Editorial Norma y a la Editorial Planeta por poner a nuestro alcance estas obras cumbre de la literatura de todos los tiempos.
C. Q.
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