miércoles, 13 de noviembre de 2013

Antes de la Media Noche: No hay romance que dure cien años

Al momento de empezar esta entrada he descubierto, con pavor, que jamás hemos hablado de "Antes del Amanecer" ni de "Antes del anochecer", películas que representan, respectivamente: El amor ideal para un post adolescente indie, fanático de la Nueva Trova; y, el canto de cisne del amor para un post post adolescente que ya pinta canas y sabe que su vida no se parece ni remotamente a la que supuso que tendría, y que no ha cambiado el mundo, no ha ganado un Nobel, tiene dos hijos y una esposa casi sin darse cuenta y ha relegado a la categoría de "Aficiones" todo aquello que le parecía importante, a cambio de un trabajo repetitivo, esclavizante y monótono que apenas le alcanza para una supervivencia precaria. 


Porque no podría haber nada más estimulante para un veinteañero sin rumbo, que conocer a tu alma gemela de manera circunstancial, bajarte con ella de un tren en una ciudad como Viena,descubrirla y descubrirte en una charla carente de banalidades del tipo: "¿Y tú que estudias? ¿Y cuáles son tus objetivos para cuando acabes la carrera?" y enamorarte perdidamente sin la presión asfixiante de un mañana compartido (literalmente). Claro que como siempre queremos más de lo que el destino buenamente nos ofrece, quedan en encontrarse en el mismo lugar seis meses después. Y seis mese es mucho tiempo en un mundo pre whatsapp y twitter y, lógicamente, no se encuentran; pero el recuerdo sobrevive (inmaculado y mejorado, al no haberse contaminado con la rutina) en sus mentes durante casi diez años, por lo que él, ahora treintañero sin rumbo, plasma su historia en un libro, con el único objetivo de encontrarla, lo que logra al presentar su novela en París, donde ella vive, y ella va a a la presentación, y se encuentran, y entre paseos y charlas (un poco más banales, ya que nos permiten enterarnos que ahora el protagonista está casado y tiene un hijo), uno descubre que han envejecido, no sólo sus cuerpos sino, principalmente, sus ilusiones y, de alguna manera, lo único incólume en sus vidas, lo único vivo, mejor dicho, que aún tienen, es el recuerdo de si mismos en su noche en Praga; y, con mucho menos romanticismo -salvo por la escena final, absolutamente perfecta, a ritmo de Nina Simone-  descubren que aún están enamorados.

Así acaban los dos filmes previos. El tercero, y que le da nombre a la entrada, tiene como premisa: "Y qué pasa en el cuento de hadas, luego que el príncipe besa a la princesa y se compromete con ella". Aquí el elemento mágico, atemporal, ha desaparecido. Céline y Jesse (que así se llaman los protagonistas) ya no tienen sólo un día para estar juntos y mostrarse lo más interesantes que se pueda y dedicarse el cien por ciento de su atención. Jesse ha abandonado a su ex esposa y ahora vive con Céline y sus gemelas de siete años; es decir, forman una familia cualquiera, con toda su monotonía a cuestas.

Ahora debe ocuparse de otras cosas: Trabajo, las niñas, cuentas, el hijo de su anterior vida, que acaba de pasar las vacaciones con ellos y que tiene una relación mas cercana con Céline que con su padre, por lo que éste se halla carcomido por la culpa del abandono que trata de remediar insinuando una mudanza a Chicago para estar más cerca de él. 

Ya no están pendientes el uno del otro y eso se hace patente en la segunda escena del film, cuando Jesse sale del aeropuerto y Céline le espera junto al auto. Ambos suben, ella le ignora y sigue hablando por teléfono. Es trabajo, obviamente, y ya tienen cuarenta años y la artista Céline tiene que pensar en su futuro laboral, y es de eso de lo que habla cuando cuelga, que esas conversaciones sobre música o la vida como condición abstracta están muy bien pero ahora hay que hacer frente al mundo real.

Y es un acercamiento a este mundo real lo que vemos en casi todo el metraje. Las charlas se centran mayormente en los hijos, en el trabajo, en porqué carajo no guardas la ropa ni haces la cama (un comentario de Céline, sobre que los hombres nunca dejan de creer en las hadas, porque suponen que ellas son las que ponen los calcetines en el tacho de ropa sucia, sin esfuerzo de nadie, es una de las mayores verdades del cine contemporáneo) y apenas salen un poco de ello cuando visitan la iglesia bizantina.

Y claro, también se habla, de sexo. Sobre todo en conversaciones con terceros (un elemento nuevo en esta película). El sexo cobra tanta importancia por que ha terminado convirtiéndose en el catalizador de frustraciones, esperanzas y recuerdos de la pareja (Memorables tanto la queja de Céline, de lo aburrido que es sexualmente Jesse y el comentario de la Céline del futuro que inventa éste, sobre el día del mejor sexo de sus vidas al sur del Peloponeso). 

Sobre todo es patente la frustración de Céline, quien odia que todos conozcan de su vida sexual por los libros de Jesse, pero no duda en compartir con casi desconocidos sus conflictos no sexuales. Existe un hastío marcado en ella: Sexual, como ya hemos visto, pero también emocional, pues, como toda mujer, pretende que "su hombre" de un paso más allá en el compromiso, que adquiera virtudes de mujer (a lo que se le suele llamar madurar), pero manteniendo las de hombre. Céline ya no compone, ya no canta, ya no divaga. Sonríe muy poco en el filme y parece que va a explotar en cualquier momento (cosa que, efectivamente, hace varias veces). En algún momento le dice a Jesse que sigue siendo mentalmente igual que a los veinte años y, aunque quizás no sea tan cierto; sí lo es, que ella no se parece mucho a la de los dos primeros capítulos. Maternidad, que le dicen. Monotonía y aburrimiento, para otros. 

El punto es que, aunque de manera más sosegada y trivializada, mientras Jesse se mantiene en el espacio continuo temporal (por usar un término de la película) del amor romántico, Céline añora aquel amor que no reconoce en el presente. Quizás por eso, Jesse utiliza el recurso de la carta del futuro para recuperar en ella, al menos un poco de esperanza en una relación terriblemente desgastada por la cotidianidad, la cual no sería tan terrible si todo no hubiera empezado, como empezó, aquel día en Viena.