La vida es una historia que jamás puede tener un final feliz. Por mucho que seas un modelo de éxito y la suerte te sonría en el plano económico, sentimental, sexual, profesional, místico o lo que sea que consideres importante, terminarás muriendo. Muchas veces, con un penoso paso por la vejez. Es inevitable: Cada día que pasa te acercas un poco más a ese dramático final de película coreana. No existe nada más falso que "Y vivió feliz por toda la eternidad", ni siquiera un modesto "Y vivió mediocremente por siempre".
Pero el ser humano tiene a su favor que no es muy dado a pensar en términos tan contundentes. La esperanza de "una vida plena y feliz" casi nunca contempla una muerte simple y definitiva como cualquier otra y la "realización" de metas e ideales varios, cumple efectivamente con su función de placebo.